Tras experimentar un accidente cerebrovascular, es frecuente adoptar un estilo de vida sedentario, lo que puede ocasionar complicaciones como la disminución de la masa muscular y ósea.
El estilo de vida sedentario conlleva un aumento de peso, molestias físicas, impactos psicológicos y una merma en la calidad de vida. La dependencia que esto genera en familiares o personal de apoyo puede resultar en lesiones tanto para la persona afectada como para el cuidador.
En la rehabilitación post-ictus, la práctica de ejercicio aeróbico reporta beneficios tanto para el corazón como para el cerebro, reduciendo el riesgo de estrechamiento de arterias y coágulos asociados con esta condición. Este tipo de ejercicio ayuda a controlar el peso, favorece el sueño y mejora la salud muscular y ósea, aliviando la carga respiratoria y cardíaca. Asimismo, contribuye a mejorar la destreza y coordinación en actividades diarias.
El ejercicio aeróbico colabora en la gestión del peso, lo que facilita la disminución de la grasa corporal. En términos psicológicos, promueve la liberación de hormonas como endorfinas y adrenalina, generando una sensación de bienestar, reduciendo el estrés, la ansiedad y la depresión, y elevando la autoestima. Además, beneficia las funciones cognitivas, incluyendo la concentración, la memoria y la atención.
Comprometerse con tres o cuatro sesiones semanales de ejercicio aeróbico de intensidad moderada no solo mejora la capacidad física en general y la autonomía, sino que también ayuda a reducir los riesgos asociados al ictus.